Siempre me ha hecho gracia esa apreciación que hizo mi padre hace tantos años, cuando se estrenó La Comunidad del Anillo en cines. En aquel momento yo, adolescente en toda su extensión de la palabra, soñaba con unirme a Aragorn, Legolas y Gimli en su cacería de orcos para salvar a Pippin y Merry de los Uruk-hai. Mi padre, sin embargo, siempre defendió que lo mejor de la película es sin duda su primera hora: Lo que correspondería a ver aquellas escenas de Bolsón Cerrado, la campiña neozenlandesa que mostraba las colinas de Hobbiton y la forma de celebrar un buen cumpleaños para el viejo Bilbo. En aquel momento, claro, uno soñaba más con el heroísmo y con salvar a la Tierra Media de Sauron. Pero ahora que yo también soy padre, y que he vivido una juventud repleta de aventuras, entiendo y aprecio ese momento de paz que es salir al porche con una taza de café y mirar como crece la hierba, como el viento mueve las hojas del árbol cercano, y disfrutar de una charla animada con el vecino con el agradable clima de septiembre. Y Tales of the Shire también lo ha entendido perfectamente.
Aunque mi compañero Ben ya nos dio unas buenas nociones durante el Summer Game Fest de lo que Wētā Workshop nos ha preparado aquí, déjame que te advierta antes, caminante, si planeas mudarte a la Cuaderna del Oeste: Aquí no hay dosis de acción, ni hay orcos, ni dragones (bueno, solo el que está pintado sobre el letrero de la posada El Dragón Verde) ni Señor Oscuro que altere la apacible vida de los habitantes de Delagua. La vida de un hobbit (de uno decente, al menos) consiste en cultivar muchas verduras, ser generoso con sus vecinos, mantener tu agujero hobbit limpio y ordenado para recibir visitas, y sobre todo no salir nunca de aventuras. Eso es cosa de esos Bolsón, y quizá de algún Tuk descarriado.
Y, para bien o para mal, eso es lo único que obtendremos en Tales of the Shire. Este simulador de vida hobbit nos pone en la piel de un mediano recién llegado desde Bree a la aldea de Delagua, donde ha heredado una acogedora morada hobbit de la vieja Rubí. Una vez diseñemos a nuestro personaje con un editor bastante sencillo (elegir género, ropa, algún accesorio y el nivel de vello de nuestros grandes y fuertes pies) podremos salir a explorar la aldea y conocer a sus habitantes. En este sentido, Tales of the Shire nos lleva siempre de la mano a lo largo del camino a través de misiones enlazadas con las que ir aprendiendo las costumbres hobbit y también a cómo labrar la tierra, pescar y ser un as de la cocina. No hay grandes puzles, ni tampoco secciones de plataformas (la mecánica del salto, aparte de para obtener un logro simpa'tico en Steam, no sirve de nada más), ni siquiera un perro gruñón que ladre al otro lado de una valla. Y quizá eso sea la mayor pega del juego.
Sí, tienes un buen arsenal de herramientas de labranza y un recetario listo para apuntar todas las recetas aprendidas de tus vecinos, a los que debes agasajar para ganarte su amistad, pero más allá de eso, y en base a lo que he podido ver en esta prueba, no hay mucho más que hacer. Y por eso Wētā Workshop ha acertado por completo. Para aquellos con ánimos de luchar y vivir aventuras, el legado de Tolkien ha dejado innumerables títulos de acción, estrategia e incluso sigilo (te estoy mirando a ti, Gollum). Pero para los que nos gusta sentarnos a oler la hierba mojada tras una tormenta y hacer anillos de humo fumando una buena cosecha de El Viejo Toby, Tales of the Shire es lo que necesitábamos.
Aunque la vida de un hobbit sea fantástica, entiendo que el estudio haya aclarado precisamente esta semana que el juego se retrasará unos meses hasta 2025 para pulir la experiencia un poco más. Hay ciertas animaciones inacabadas, y las texturas, por muy modesto que este desarrollo parezca, merecen una dosis extra de atención. La música, que lamentablemente no se ha inspirado ni remotamente en la atemporal partitura de Howard Shore, se queda en un hilo "correcto", nada memorable.
A pesar de que las pocas horas que pasé arreglando mi casa, cultivando el huerto y conociendo amigos por Delagua se me hicieron agradables y acogedoras, no puedo evitar pensar si realmente esto es todo lo que puede ofrecer como simulador Tales of the Shire. No hay dificultad en las tareas ni en las misiones, ni siquiera hay un minijuego especial para el sistema de cocina. No hay enemigos y lo más inquietante que puedes encontrar va a ser algún vecino con el cejo fruncido. Como experiencia tranquila y simulador de ser un hobbit, Tales of the Shire lo clava, y espero que cuando llegue el momento de ver la versión 1.0 podamos celebrarlo con una opulenta cena en mi agujero hobbit. Estáis todos invitados.