Oso Vicioso (Cocaine Bear)

Cocaine Bear (Oso Vicioso en España) es la historia real de Pablo Escobear, un oso negro americano que se vuelve adicto a la cocaína tras encontrar fardos de dicha droga esparcidos por el bosque y acaba con todo lo que encuentra a su paso para poder conseguir una raya. Bueno, lo de la masacre en sí no es del todo cierto. El oso real sufrió una sobredosis y puede verse como un recuerdo disecado de los efectos devastadores del consumo de drogas en Kentucky. Por suerte, la película se aleja de la realidad en este aspecto y deja que Escobear se vuelva loco con un grupo de inocentes excursionistas en el bosque.

Elizabeth Banks es incapaz de encontrar su identidad como directora tras la espantosa Dando la nota 2 y el desesperanzador remake de Los ángeles de Charlie protagonizado por Kirsten Stewart, pero con la fantástica película de cine B Cocaine Bear, la cineasta parece haber dado en el clavo. Con un título como el de Cocaine Bear, se obtiene exactamente lo que se espera: humor sangriento y absurdo, y está en la misma línea que la fábrica de memes Snakes on a Plane de 2006, pero la diferencia es que Cocaine Bear cumple de verdad con su premisa más descabellada en mayor medida que la insípida película de Samuel Jackson. Por ejemplo, a diferencia de los vídeos de Sharknado, en esta película también hay efectos de salpicaduras para respaldar el concepto cursi con un poco más de chicha.

Todo es muy absurdo, algo que es de esperar en un slasher entretenido, en el cual los personajes existen sobre todo para ser despedazados por la bestia del bosque. La película ofrece suficientes escenas sangrientas y gore para entretener a la audiencia a la que se dirige. Además, Banks consigue equilibrar un gran reparto con un todo dramático y cursi que, en su mayoría, contribuye a la comicidad de la película. La historia no está pensada para tomársela en serio. Por lo general, esta historia sencilla de policías, traficantes de droga y turistas desprevenidos que se enfrentan al monstruo de la cocaína funciona

Como un subidón de cocaína (según la experiencia de nuestro redactor Mackan), cuenta con escenas llenas de energía que llevan la locura a otro nivel. Por ejemplo, cuando nuestro amigo peludo enloquece con el personal de una ambulancia, haciendo que este sea el mejor momento de la película. Cocaine Bear no teme ir despachando a los personajes tan rápido como aparecen, pero al igual que un subidón de cocaína (por lo menos según Mackan), no siempre está a tope. Una vez que la película va más lenta, todos los defectos de la película, como los diálogos malos y los personajes sosos se hacen evidentes.

Keri Russel suele hacerlo bien, pero interpreta probablemente a uno de los peores personajes de la película. Y lamentablemente, la última actuación de Ray Liotta pasó bastante desapercibida, la cual aparece en la última parte de la película para darle algo más de gravedad al asunto, que en general arrastra su tono salvaje. También creo que la película se dispersa demasiado a medida que llega a su final en lugar de seguir pisando el acelerador. El montaje también se complica hacia la última parte, donde se nota que la película podría haber funcionado bien con menos personajes o al menos ofrecer un último giro sangriento. También se podría haber equilibrado la película con más efectos reales en lugar de tantos efectos especiales digitales que son muy obvios.

Sin embargo, al final me divertí bastante con el depredador cocainómano. Es emocionante, entretenido y maravillosamente torpe, aunque la película podría haber sido más de lo mismo. Con los intensos aires de Sam Raimi y la música de los 80 que está bien integrada, Banks consigue inyectarnos una buena dosis de locura desgarradora a todos nosotros. Esto permite que la directora se enorgullezca de haber encontrado un terreno que poder explorar y desarrollar.