Resident Evil (Netflix)

Me cuesta entender en qué momento les pareció buena idea a los de la oficina central de Netflix convertir a Albert Wesker en un padre de familia, porque está claro que los creadores de este tipo de series tienen el poder suficiente para echar por tierra cualquier idea original. Me recuerda un poco a lo que hicieron los responsables de la serie Halo; como si estuvieran burlándose de los fans al crear un título que parece que lo que intenta es llegar a una audiencia más joven que posiblemente no tenga ningún interés en Resident Evil. Aunque los fans reconocerán algunas referencias a los exitosos títulos de terror de Capcom, pero poco más.

Por ejemplo, los Lickers y el Dr. Salvador aparecen en algunas escenas bastante entretenidas y graciosas; los amantes de animales monstruosos encontrarán muchísimos de gran tamaño; y también hay un episodio espeluznante en el que las hermanas resuelven un puzle como su padre (que supongo que trata de captar este elemento de los juegos); pero Resident Evil no consiste solo en esto. En absoluto. Probablemente, lo único que tienen en común la serie y los videojuegos son los zombis y el título. Por lo demás, los creadores de esta descerebrada aventura de Netflix parecen haberse conformado con añadir algunas referencias que encontraron en una Wiki para hacernos ilusiones. En lugar de eso podrían haber llamado a la serie "¡Ayuda, mi padre es un monstruo!" y valerse por sí mismos para atraer a nuevos fans... pero como Netflix estaba ansioso por aprovechar el bombo de los seguidores de la franquicia, han acabado ensuciando aún más la reputación de los juegos.

El diálogo y el guión son tan malos e inmaduros como los de la nueva versión de Cowboy Bebop. La jefa de la Corporación Umbrella, Evelyn (interpretada por Paola Núñez), es la que posiblemente tenga las peores frases de toda la serie, ya que parece más una adolescente cualquiera que incluso la propia protagonista. De hecho, muchos de los personajes adultos actúan de manera más infantil que los propios niños, y Evelyn tiene una inesperada escena de baile que ha sido reconocida como la peor escena de la historia de Resident Evil. Puede ser que Resident Evil nunca haya sido precisamente Shakespeare, pero nos gusta su indecorosidad por dos grandes aspectos que carecen en la serie: sus cautivadores personajes y la atmósfera de terror que crean. Por desgracia, sus intentos humorísticos lo único que consiguen es añadir un sinsentido más a una historia que ya carece de cualquier contexto razonable. Lo que más miedo da de la serie es el hecho de que se hayan atrevido a producirla.

Es triste que si las comparamos con las películas de Resident Evil de Paul W.S. Anderson estas últimas parezcan obras maestras, porque independientemente que los pobres actores intentan con todas sus fuerzas dar profundidad emocional, siempre cae en saco roto gracias al tópico drama adolescente del guion. Y por si fuera poco, la trama del conflicto entre Billie (quien se parece mucho a Billie Eilish) y Jade es aburrida mires por donde lo mires, y a medida que va avanzando la serie la historia se convierte en un caso perdido, culminando en un desastroso final que debería haberme abierto el apetito pero que más bien me ha dado ganas de vomitar.

Las actuaciones de los protagonistas no están del todo mal, pero no están a la altura si eres fan de Resident Evil (a menos que te guste autoflagelarte). La serie parece que acabará como tantos otros intentos fallidos de Netflix: con un disparo en la frente y arrojado en un pantano después de su primera temporada. Una vez que hayan logrado que los espectadores pasen página, el gran servicio de streaming continuará con su malvado plan de comprar los derechos de otras franquicias para distorsionar todo lo que los fans amaban del material original, acabar con ello, culpar a los "fans tóxicos" y pasar a la siguiente víctima. En todo caso, esto convierte a Netflix en el equivalente de Umbrella en el mundo de la televisión...