Las copas nacionales son a veces las competiciones más entretenidas del fútbol, porque puede pasar de todo: sin las altas exigencias de llegar a primera división y la regularidad y excelencia que exige, equipos con niveles y presupuestos radicalmente distintos pueden encontrarse cara a cara. Y, como hemos dicho, todo puede ocurrir cuando se juega un solo partido.
El Girona fue el equipo revelación de España la temporada pasada: el equipo catalán acabó tercero en LaLiga, y durante la mayor parte de la competición estuvo en lo más alto, representando una amenaza real para el Real Madrid y el Barcelona. Eso le permitió clasificarse para Champions League (donde, lamentablemente, tienen casi garantizada la eliminación tempranera).
Siguen siendo uno de los equipos más fuertes de la primera división española, octavos en LaLiga en lo que va de año. Sin embargo, ayer perdieron la plaza en Copa del Rey contra Logroñés, un equipo de Segunda RFEF (cuarta división) fundado hace apenas quince años, que cayó de segunda a cuarta división en tres años.
Ganar o perder el partido de ayer significa la clasificación directa o la eliminación del torneo. El partido acabó 0-0 y, tras el tiempo añadido, todo se resolvió en la tanda de penaltis.
El partido (que se juega en casa para el equipo de menor categoría, en la capital de la región La Rioja en España terminó 4-3 en los penaltis a favor del equipo local. Y lo más sorprendente de todo fue que no fue el portero habitual quien detuvo el penalti decisivo para el <social>Logroñés</social>sino un lateral derecho, que se ofreció para hacer de portero al no disponer de más cambios.
A pesar de no ser portero, Pol Arnau, de 19 años, detuvo un lanzamiento y dio la victoria a su equipo. Arnau es en realidad hijo de Francesc Arnau, portero del FC Barcelona de 1998 a 2001, fallecido en 2021. Tras el partido, Pol Arnau dijo que su padre le ayudó a parar aquel penalti y que le tiene presente en cada partido.