China está arrancando sus motores fiscales, prometiendo mayores esfuerzos para impulsar el consumo y contrarrestar los efectos de una guerra comercial cada vez más intensa con Estados Unidos, al tiempo que se esfuerza por alcanzar un objetivo de crecimiento del 5% para este año (vía Reuters).
El primer ministro Li Qiang, dirigiéndose a la sesión parlamentaria anual, pintó un panorama de un mundo que está cambiando de un modo nunca visto en un siglo, advirtiendo de que las tensiones comerciales y tecnológicas podrían poner a prueba las ambiciones económicas de China.
¿La respuesta del gobierno? Más gasto, más deuda y una mayor atención al consumo interno, que ocupó un lugar central en el informe de Li. Aunque China ha prometido desde hace tiempo pivotar hacia un crecimiento impulsado por el consumo, los progresos han sido lentos y los inversores siguen mostrándose escépticos.
Mientras tanto, se espera que los avances en inteligencia artificial y las inversiones en infraestructuras desempeñen un papel más importante en la estrategia económica. Con la acumulación de aranceles y el endurecimiento de los mercados mundiales, los fabricantes chinos se esfuerzan por conseguir nuevos clientes.
Al mismo tiempo, persiste la preocupación sobre si este impulso de estímulo puede realmente remodelar la segunda economía más grande del mundo, ya que las incertidumbres en el comercio y los mercados financieros siguen acechando. Por ahora, queda por ver cómo se desarrollará la situación.