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No Man's Sky

Cómo afecta Next en la experiencia de No Man's Sky

Un diario de viaje sobre lo que supone volver a ponerse el casco de astronauta tras la nueva expansión.

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Lo de No Man's Sky ha sido un meteórico descenso a los infiernos desde que se lanzase al mercado hace dos años para, tras multitud de actualizaciones y expansiones gratuitas junto a un lanzamiento en PC y Xbox One, alzarse como uno de los proyectos que más interés está suscitando en las últimas semanas. El juego de Hello Games se ha convertido de una forma que ellos nunca imaginaron en parte de la historia de esta industria. Las promesas incumplidas y errores en la comunicación con el público han supuesto una dura lección para Sean Murray, director del estudio, que en lugar de abandonar la nave que dirigía hacia la deriva ha apostado por inyectarle nuevo combustible en un viaje de redención que lo ha llevado hasta la situación actual.

Mi acercamiento a No Man's Sky ha estado marcado por continuas idas y venidas. Cuando lo hice por primera vez hace dos años habría agradecido algún aviso advirtiendo de la dura barrera de entrada que presentaba para los recién llegados. El juego exige poner mucho del jugador para sentirse inmerso en la experiencia que plantea, tal y como demostraba su ambigua interfaz y la casi total ausencia de indicadores acerca de cómo avanzar. Es por eso por lo que cuando regresé al título un año más tarde con motivo de su actualización Atlas Rises, ya contaba con una predisposición a disfrutar de la soledad del espacio y sus enigmas. Por aquel entonces Hello Games ya había publicado dos actualizaciones gratuitas de gran peso como fueron Foundation y Pathfinder que junto a la inclusión de Atlas Rises extendían la campaña principal en más de 30 horas, así como abría la puerta al multijugador y la personalización de bases. Aquella fue la prueba de fuego que demostró cómo habían conseguido al fin hacer frente al caballo de batalla que les perseguía desde el lanzamiento inicial: crear una comunidad activa con la que establecer una vía de comunicación que permitiese seguir mejorando el título.

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Sin embargo, nada de eso fue suficiente para mí y aquello me hizo comprender que quizás estaba invirtiendo esfuerzos en un juego que nunca me satisfaría por una mera cuestión personal. El traje de astronauta me quedaba demasiado grande y la idea de viajar entre mundos prestando más atención al medidor de vida y a la gestión de recursos que a los sobrecogedores paisajes que visitaba no parecía una experiencia diseñada precisamente para la contemplación. Mi última oportunidad antes de tirar la toalla de forma definitiva llegó hace una semana con el estreno de la actualización Next, la ultima piedra de un sendero que el estudio no ha dejado de construir desde 2016 y con la que incorpora el multijugador en tiempo real, comerciar con otros jugadores, construcción de fragatas, vista en tercera persona y un sinfín de contenidos que han conseguido que, esta vez sí, mi nave consiguiera despegar rumbo a galaxias muy lejanas. ¿ Qué ha cambiado a nivel de sensaciones? Esa es la pregunta con la que inicié una nueva partida repleta de momentos para el recuerdo.

Al abrir la escotilla de la nave, destrozada por lo que parece haber sido una travesía complicada, me encontré en un planeta helado bautizado como Icayenny Ukiha. Desde el primer minuto advierto una de las novedades más llamativas en materia visual cuando mi personaje abandona la vista en primera persona para al fin observar sus acciones en toda su plenitud. Mi fascinación termina pronto, pues las bajas temperaturas hacen mella con tan solo pisar la nieve bajo mis pies afectando a mi dispositivo de protección térmica. Si no encuentro sodio a mi alrededor para repararlo es probable que en cuestión de minutos me vea desprotegido y, por consiguiente, mi salud empiece a disminuir. A diferencia de mis incursiones anteriores, ahora tengo claro cuál es mi objetivo y a dónde dirigirme gracias a mensajes emergentes recordándome qué materiales necesito para la reparación de la nave.

Este primer planeta que sirve como tutorial para familiarizarte con la extracción de recursos y contrarrestar las condiciones climatológicas es parte de la aventura en sí misma. La hoja de ruta generada de forma procedural es la responsable de que entre las gélidas montañas que me rodeaban aguardasen robots centinelas que no pararon hasta darme caza y atacar sin piedad. Y es que la primera lección de No Man's Sky sigue siendo la misma por muchos parches que incorporen y es la certeza de que estás en un entorno hostil y por tanto toca actuar siempre con máxima cautela. Un paso en falso y los minerales que has estado guardando durante horas con recelo se perderán hasta que vuelvas sobre tus pasos al lugar donde moriste.

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Con el escáner comencé a dar mis primeros pasos consiguiendo carbono, dihidrógeno, oxígeno y el resto de elementos. Esto es importante porque la experiencia resulta ahora más equilibrada, dosificando la cantidad de información que se le brinda al jugador. Se han rediseñado por completo los isótopos y la forma de fabricar objetos para añadir una nueva capa de profundidad que presta mayor atención a la descripción de cada uno de ellos sin que eso se traduzca en una distracción. Como en todo juego de gestión, los problemas no tardan en surgir cuando revisas que para la reparación del motor de pulso de la nave necesitas a su vez una serie de herramientas que, cómo no, están compuestas por otras más pequeñas. El juego se convierte en una cadena de montaje que exige llevar la cuenta de la cantidad de materiales de los que dispones y localizar en todo momento dónde obtener más en caso de necesidad. Ese fue el caso cuando, tras haber dado esquinazo a varios robots hostiles y conseguir la última pieza necesaria para poner en marcha el propulsor de lanzamiento, me dirigía a dar la vuelta. Sin embargo, durante el trayecto una inesperada ventisca me obligó a idear en cuestión de segundos una estrategia improvisada que pasaba por buscar algún refugio en forma de cueva hasta que amainara si quería regresar con vida.

Superados los inconvenientes, no hay nada más satisfactorio en No Man's Sky que el momento en el que enciendes por primera vez los motores de tu nave y notas cómo comienza a elevarse. Se acabaron los temporales, la escasez de recursos y los robots asesinos, ahora me dirigía rumbo a un planeta desconocido del que había recibido una señal extraña que podía ser un indicativo de vida inteligente. Durante el viaje me relajé mirando a mi alrededor una multitud de planetas que quedaban atrás y la impresionante estampa compuesta por asteroides de todas las formas y tamaños que se presentaba ante mis ojos. De repente, la nave se quedó suspendida en aquella sobrecogedora inmensidad mientras un aviso anunciaba que las reservas de combustible se habían agotado. ¿Qué podía hacer en medio de ninguna parte? Aún podía desplazarme, aunque a una velocidad reducida que me hacía temer lo peor. El planeta del que había recibido la transmisión estaba a 15 minutos en tiempo real de donde me encontraba y, para mi desgracia, era además el lugar más cercano. Este contratiempo amenazaba con hacer la travesía eterna, hasta que perdido entre asteroides probé a destruirlos con el láser de la nave. Gracias a esta acción casi instintiva conseguí algunos recursos con los que impulsarme hasta Bivock, el mundo del que provenía el aviso de mi radar.

A diferencia de Icayenny Ukiha, en este planeta el paisaje era desolador, con extensas llanuras desérticas hasta donde abarcaba la vista. En este punto, el juego dio un nuevo paso en su sistema de mejoras para ahondar en las posibilidades de la multiherramienta que nos acompaña. Tras conseguir los recursos pertinentes, ahora la pistola de rayos láser era capaz de convertirse en un dispositivo llamado Manipulador de terrenos. Con él consigo extraer cobre de una mina cercana y crear túneles con solo apuntar al suelo. Si pensaba que mi odisea con los centinelas había quedado en el planeta helado me equivocaba, pues volví a toparme con ellos. Esta vez se sumaban a plantas carnívoras camufladas con el entorno que al pisar se alzaban sobre mí. Al menos me había librado de las ventiscas, pues era imposible que se originasen a tan altas temperaturas. Mis cálculos no estaban equivocados, pero ahora eran tormentas de arena las que amenazaban con poner fin a mi vida. En esta ocasión no había cueva que me protegiese entre tanta llanura, pero con el Manipulador de terrenos pude construir pasillos subterráneos que me llevaron de vuelta hasta mi nave.

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Mis primeras horas redescubriendo No Man's Sky también me sirvieron para construir mi primera base y descubrir a otros jugadores que dejaban una estela en el cielo cuando sobrevolaban la zona con sus naves. Mi interacción con ellos se limitó a reproducir gestos con los que logré entrever que su visita a aquel inhóspito planeta se reducía a una mera misión en busca de recursos que los llevase a un lugar más lejano. Fue alentador pensar que en la soledad que entraña visitar mundos recónditos la presencia de otros humanos no se resuelva a base de tiroteos. Era un escenario posible, pero en esta ocasión los viajeros con los que me topé adoptaron una actitud pacífica conmigo.

No cabe duda de que Next ha supuesto un punto de inflexión para No Man's Sky que da una segunda vida al juego con una infinidad de posibilidades al alcance de quien esté dispuesto a vivir una experiencia tan sacrificada como gratificante. Es el mejor momento para descubrir todo lo que esconden las galaxias que ha creado Hello Games, pues el viaje que propone nunca había sido tan apetecible para los recién llegados. El estudio ha logrado que cada jugador pueda personalizar la aventura creando historias únicas que siguen creciendo gracias al soporte que no ha dejado de recibir el título desde su lanzamiento hace dos años. El gran reto se presenta ahora que su universo está más poblado que nunca dando lugar a nuevas situaciones hasta ahora impensables. Las opciones de comercio con otras personas, por ejemplo, suponen un revulsivo interesante que sin embargo aún se encuentra limitado en cuanto a opciones. Será la comunidad la que defina el rumbo de este periplo, pero las cartas ya están sobre la mesa.

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