Bajo la sombra del horizonte de Estambul, estalló una tormenta política cuando la policía escoltó al alcalde Ekrem Imamoglu, la figura de la oposición considerada el rival más formidable del presidente Erdogan, bajo custodia por cargos de corrupción y presuntos vínculos con el proscrito PKK.
La detención, denunciada por el Partido Republicano del Pueblo (CHP) como un golpe judicial para hacer descarrilar sus ambiciones presidenciales, conmocionó a la frágil economía turca, y la lira se desplomó un 12%, hasta un nivel sin precedentes de 42 frente al dólar.
Los mercados retrocedieron no sólo ante la ofensiva legal contra un líder popular, sino también ante la acelerada erosión de la confianza institucional en una nación que ya se enfrentaba a la inflación y a una política polarizada.
Imamoglu, a punto de convertirse en el candidato oficial del CHP, se enfrenta ahora a un laberinto de acusaciones, desde soborno a ayuda al terrorismo, en medio de una creciente represión que ha visto cómo se destituía a alcaldes de la oposición, se perseguía a periodistas y se reprimían rápidamente las protestas.
Su nota manuscrita, que circula por Internet, prometía resistencia frente a las mentiras fabricadas, mientras sus partidarios desafiaban las prohibiciones para corear frente a la sede de la policía, haciéndose eco de sus voces pidiendo responsabilidades.
El gobierno, que rechaza las acusaciones de injerencia política, insiste en que el poder judicial actúa con independencia, aunque los críticos señalan el momento en que se produjo: La detención de Imamoglu se produce tras la anulación de su título universitario, una medida que podría impedirle acceder a la presidencia.
Con el mandato de Erdogan limitado, pero sin escarmiento tras los reveses electorales del año pasado, la crisis pone a prueba la fachada democrática de Turquía y sus delicados acercamientos a las conversaciones de paz kurdas, ahora en peligro por las acusaciones que vinculan la alianza de Imamoglu con un partido prokurdo con el terrorismo.
Aumentó la condena internacional, pero las intervenciones monetarias de Ankara, 10.000 millones de dólares gastados en apuntalar la lira, revelaron ansiedades más profundas. Por ahora, está por ver si el descontento latente en las calles o las urnas decidirán.