Bajo el peso de las crecientes pérdidas y el desvanecimiento del optimismo, la SADC anunció el jueves que retirará sus tropas de la República Democrática del Congo, marcando un punto de inflexión en un problemático esfuerzo de mantenimiento de la paz para estabilizar una región asolada por décadas de rebelión.
Tras 16 meses de cruentas batallas callejeras, emboscadas en densas selvas y escasos avances hacia una paz duradera, los líderes del bloque acordaron poner fin a su misión militar y empezar a retirar las tropas a casa por fases.
La misión, lanzada a finales de 2023 para reforzar al ejército congoleño contra los rebeldes del M23, deja ahora tras de sí un paisaje aún en llamas: esta semana han estallado nuevos enfrentamientos en Kivu Norte, donde soldados y rebeldes exhaustos intercambian disparos en aldeas despojadas de civiles.
Atormentada por los contratiempos -incluidas las numerosas bajas de este año-, la retirada de la SADC refleja una sombría realidad: ni siquiera pesos pesados regionales como Sudáfrica y Tanzania, que aportaron tropas, pudieron desenmarañar los enmarañados conflictos del Congo.
Los analistas advierten de que la salida puede envalentonar a las milicias, mientras que los grupos de ayuda temen por los millones de desplazados por los combates. Para los cansados funcionarios congoleños, el reto es claro: llenar el vacío de seguridad, rápido.
Sin embargo, mientras los cansados soldados hacen las maletas, las familias desgarradas por la violencia susurran la misma pregunta: ¿Qué pasará después? Por ahora, queda por ver si esta retirada ofrecerá a los cansados civiles del Congo un soplo de esperanza.
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