Los juegos musicales son inmortales. El mundo puede avanzar todo lo que quiera, que sin un buen ritmo no hay nada que hacer. Pero además hay quienes saben hacer de las notas el esqueleto de su gameplay. Estos últimos años hemos tenido ejemplos maravillosos como Beat Saber, Sayonara Wild Hearts, Tetris Effect y Crypt of the Necrodancer. Ese pequeña joya ha evolucionado a un nivel superior este año al conseguir la licencia The Legend of Zelda y se ha reinventado como Cadence of Hyrule. Combatir en mazmorras a saltitos que siguen el ritmo de la música es toda una odisea que se hace mucho más humana con una suave y amena curva de dificultad. Diversión desde el minuto uno.
A Call of Duty nunca le ha faltado un gran esfuerzo de ambientación para dar aún más verosimilitud a sus batallas. La de este año, sin embargo, también ha buscado realismo, y en ese camino se ha cruzado un trabajo espectacular de sonido que te traslada a esas partes del mundo que jamás has pisado. Sus sonidos se reflejan y reaccionan con los entornos, unos escenarios en los que toda persona y objeto multiplica su presencia a partir del oído. Ya sea el casquillo de una bala, un niño llorando o el aspa de un helicóptero. No sabemos si el deseo de sentirte como en una guerra es mentalmente sano, pero Infinity Ward ha hecho todo lo posible por facilitarlo.
Ape Out es ese gran juego artístico que llega cada año para romper los cánones, aunque aún no estamos seguros si la violencia brutal que transmite es parte de la típica provocación del autor. La mecánica es única y simple, arrasar con todos los humanos que intentan impedir el escape de este simio de las instalaciones en las que está retenido. Aplastar, empotrar, reventar y destripar.
Suena fuerte; es fuerte. Pero la expresividad visual del juego matiza este espectáculo hasta lograr que sea atractivo. Todo lo contrario que su banda sonora, una composición de jazz que se va construyendo con cada agresión de forma dinámica para provocar ese chute de adrenalina que te hace disfrutar de la sangre. Ape Out es una danza freestyle de la muerte.
La banda sonora de Dan Golding para Untitled Goose Game casi pudo no haber existido. En un momento, la decisión era no añadir nada de música a este día de travesuras. Pero House House supo escuchar las opiniones de quienes vieron sus tráilers, a quienes le decían que a ese diamante en bruto le falta un envoltorio. Sin tiempo para componer algo propio, Golding cogió los Preludios de Debussy y los rehizo para que funcionaran como música de videojuegos.
Hizo las delicias de los fans, que además se sintieron parte del proceso. Estos arreglos musicales tan delicados pasaron a ser una banda sonora dinámica y adaptativa al gameplay que te sigue por las calles de este pausado pueblecito británico, como si llevaras tu pequeña orquesta debajo del ala. Conseguir que estas horas de placer al mando sean algo más íntimo y personal. Y los graznidos, también nos han encantado los graznidos.
De Remedy Entertainment siempre esperamos unos valores de producción muy elevados, acabe bien o no el conjunto que presentan en cada ocasión. También en el apartado sonoro, pues suelen acudir al talento de Petri Alanko para que componga unas bandas sonoras que encajen a la perfección en sus juegos. Es así desde 2010, con Alan Wake, y ha vuelto a ser esta vez con uno de los mejores juegos del año, Control.
En este caso hablamos de una calidad sonora que va de la banda sonora a los efectos y recorre las actuaciones de cada uno de los actores del reparto. No es fácil crear una BSO de misterio y fantasía extraterrenal que no caiga en los tópicos o en la monotonía o en la indiferencia. Aquí es justo lo contrario, sobre todo con el empujón que le mete la participación del grupo de rock Poets of the Fall.
Por eso, entregamos a Control el galardón Gamereactor Juego del Año: Mejor Sonido / Música de 2019.