Bajo el resplandor ámbar de las explosiones que iluminaban las afueras de Moscú antes del amanecer, el mayor enjambre de drones de Ucrania hasta la fecha perforó las debilitadas defensas aéreas rusas, golpeando el corazón de la infraestructura energética de la capital.
El asalto, en el que participaron 337 drones en seis regiones, dañó gravemente la mayor refinería de petróleo de Moscú -responsable de la mitad de su suministro de combustible- y una estación de control del oleoducto de Druzhba, conducto vital para las exportaciones rusas de petróleo a Europa Central.
La interrupción del oleoducto provocó consecuencias inmediatas en Hungría, que depende de él para el 40% de su gas y la mayor parte del petróleo crudo, lo que significa que Budapest tendrá que luchar para conseguir alternativas más costosas de los aliados occidentales, aflojando el control energético de Moscú.
Los ataques de Kiev apuntan a un doble objetivo: asfixiar las reservas de combustible de Rusia en tiempos de guerra y desestabilizar su influencia geopolítica. Por ahora, está por ver si las apresuradas reparaciones de Moscú pueden resistir la determinación de Ucrania de mantener sitiados sus cielos y su imperio energético.