Recuerdo hace unos meses cómo me ilusioné al conocer el precio que iba a tener Metal Gear Solid V: Ground Zeroes (13 cosas que tienes que saber, aquí), 30€ para PS3/Xbox 360 y 40€ para la nueva generación. Parecía que Kojima Productions y Konami eran conscientes de lo que iban a sacar, y no pretendían hacernos desembolsar el precio estándar de un juego por un capítulo introductorio. Semanas después, mi reacción fue muy distinta al conocerse que la nueva aparición de Snake podía completarse en dos horas, cuatro echando mano a misiones extra. Entonces la Red, en vez de limitarse a compartir el titular, se llenó de críticas y artículos en referencia a lo que nos ofrecía Konami: pagar mínimo 10€ por hora jugada en consolas de nueva generación. Y el eco se hizo fuerte. Inesperadamente, a un mes de su estreno se ha publicado el nuevo precio del juego, que saldrá por 10€ menos en todas las plataformas. Algo ha cambiado.
Remontémonos a los noventa, cuando a principios de década la consola SNES costaba sus casi diecinueve mil pesetas y la mayoría de sus juegos top rondaban las ocho mil. Antaño eran cifras muy altas y aunque las de hoy también lo sean, las consolas costaban poco más que el precio de dos juegos juntos. A partir de ahí, Saturn (80.000), N64 (35.000) y PSX (70.000) ya se fueron amoldando al nivel de precios que a día de hoy conocemos, tendencia que llegó a su clímax con el precio de salida de PS3, unos 600 € que a muchos les costó sudor llegar a pagar. Y hoy nos plantamos ante un retroceso; salvando los 500€ de Xbox One, es destacable que Sony venda su nueva máquina (PS4 cuesta unos 400 €) un tercio más barata que su predecesora. Y lo es porque, asentada la consola, les saldrán las cuentas.
Esto quiere decir que estamos pagando, en ocasiones, muy por encima del umbral que las compañías necesitan para generar beneficio. No hay más que ver cómo internet está llena de guías para montar un PC que sobreviva a la última generación con solvencia, o con mejor rendimiento que PS4 y Xbox One, por un precio módico. Y volviendo a los juegos, es casi insultante la diferencia que llega a haber entre las versiones física y digital dos o tres meses después de su estreno, llegando a reducciones de casi el cincuenta por ciento en la nube. Esto quiere decir que, pese a lo hinchados que están ya los precios, el valor de las copias físicas tiene gran parte de su peso en los costes de distribución y venta en tiendas. Por ende, pagamos mucho más de lo que necesitarían las distribuidoras para ver números verdes (si bien es cierto que, en otros casos, los AAA ya de salida necesitan vender varios millones a precio medio-alto para cubrir gastos, como ha pasado con Tomb Raider).
¿Adónde quiero llegar? Hay que darse cuenta que lo ocurrido con Ground Zeroes no tiene por qué ser un caso aislado. Tenemos más poder como consumidores del que creemos. Recordad cómo Microsoft tuvo que cambiar muchas de las políticas iniciales con las que iba a salir Xbox One, vistas las reacciones post-E3. O el efecto que puede tener publicar gameplay o críticas acertadas sobre producciones de muy dudosa calidad como Aliens: Colonial Marines, y así hacer que muchos eviten la compra (aunque luego ha seguido vendiendo con ritmo en mercados como el británico). El 'engaño' es extrapolable a lo que nos venden como contenido adicional, DLC que tristemente a menudo añaden sólo nuevos mapas y accesorios. La industria nos exprimirá hasta que sepamos decir no.
Me viene a la cabeza cómo hace unos meses las salas de cine se llenaron gracias a una reducción temporal del precio de las entradas, y no recuerdo a nadie comentando pérdidas, más bien todo lo contrario. Estamos hablando de favorecer un mercado más justo, algo que beneficia a las dos partes. Es hora de hacer creer a los distribuidores que algunos de sus AAA con un precio de salida a 30€ puede generar tanto o más beneficio que los vendidos al precio actual. Como consumidores, somos duchos en criticar, pero a la hora de la verdad todos pagamos primero y gritamos después. Hay que reorientar ese carácter díscolo que caracteriza al comprador de videojuegos y amoldar los precios hacia donde deberían estar. Casos como el de Metal Gear nos dicen que no lo están; nos queda camino por recorrer, pero sabed que ya hemos empezado a andar.