Una de las dos palabras del año 2021, junto con "Metaverso". Los NFT son la comidilla, sobre todo en los videojuegos. Un sistema que está generando una importante controversia y en el que no han tardado en aparecer toda clase de voces: Sega va con pies de plomo, en Square Enix están interesados y Molyneux ha tardado poco en hacer un juego NFT.
En Gamereactor ya os explicamos qué son los NFT. Ahora, este sistema está empezando a adentrarse en el sector para regocijo de inversores y cabreo de jugadores. Por un lado o por otro, empiezan a aparecer NFT de toda clase de contenidos, y parece que las cuentas están saliendo. Konami, recientemente, realizaba una subasta de NFT con la que recaudaba más de 140.000 euros de un plumazo; Adidas amasaba 23 millones de dólares con ellos. Hacen dinero, es obvio.
Hay cierto sector del sector del videojuego, valga la redundancia, que está empeñado en que el futuro se encuentra ahí, en hacer que los jugadores tengan una forma de monetizar su hobby. Varias editoras los están estudiando, tenemos actores de doblaje que incluso se enrocan tachando de destructivos a quienes no los apoyan y hasta influencers que se han empeñado en que la gente compre gólems que parecen Gormiti en las últimas. Su discurso puede llegar a calar hasta cierto punto, pero en sus bases se han construido una serie de mentiras que se deben desmontar. Y eso vamos a hacer aquí, desmontar las 5 grandes mentiras de los NFT.
Impacto ambiental, seguridad, beneficios... Hay muchas verdades a medias en el terreno de las criptomonedas y los tokens no fungibles. Pero vamos a arrojar algo de luz para que todo quede bien claro y para que a nadie le den gato por liebre con el aro de esta revolución por el que nos quieren hacer pasar.
La primera gran mentira de los NFT es esta. En primer lugar, tenemos que partir de que un NFT no es el archivo, no es el ".jpg", no es el ".mp4", no es el asset, el recurso en sí. Es el token.
¿Y qué es el token? Es una especie de certificado digital que indica que eres el propietario del recurso en cuestión. Algo que puede venir acompañado de la URL que dirige a dicho recurso. El tamaño de un vídeo, por ejemplo, es demasiado grande como para almacenarse en el NFT, por lo que, técnicamente, no es que lo tengas en mano.
No tienes la casa, tienes las escrituras de la casa. No tienes el coche, tienes el documento que certifica que es tuyo. ¿Mejor así?
Y por eso DeviantArt ha tenido que establecer un sistema que detecte la creación de NFT de ilustraciones o contenidos publicados en su plataforma. Esta es una de las mentiras más grandes y extendidas de los tokens no fungibles. La mejor forma de que un artista haga negocio con su trabajo ya existe: hacerle un encargo.
Raro es el día que un artista no acude a redes a quejarse porque su trabajo está siendo robado para usarse como NFT para especular. Desde cosplayers que ven sus fotos por ahí hasta ilustradores o diseñadores. ¿Un caso destacado? El de RJ Palmer. El artista que colaboró en la adaptación de los Pokémon para la película de Detective Pikachu ha visto cómo han convertido varios de sus trabajos en NFT. Obviamente, sin su permiso.
La mejor forma de dar apoyo a los creadores de dentro y fuera de internet es pagarles por su trabajo y difundirlo. No hay más vuelta de hoja.
De hecho, los autores que sufren estos robos lo tienen especialmente difícil para reclamar su autoría. Aunque eso es algo en lo que profundizaremos más adelante.
Decir esto es lo mismo que decir que no sabes cómo se hace un juego. No. Que un arma, skin u objeto de un videojuego se convierta en NFT no significa que puedas llevarla contigo de un juego a otro, por más que los "criptoplastas" te intenten convencer de lo contrario.
Varios desarrolladores han soltado alguna que otra risotada al leer esa afirmación, y uno de los mejores ejemplos de por qué no es viable lo da Rami Ismail (Nuclear Throne, entre otros muchos) en Twitter, planteando el desarrollo de un dado para un juego.
El tamaño del dado, las texturas empleadas, la física que define su comportamiento, el contexto, el motor de desarrollo, las fuerzas de movimiento, los cálculos según la tasa de fotogramas... Todo eso son solo algunas de las variables que definen algo tan sencillo como un dado.
Construir assets que se pudieran llevar entre diferentes juegos requeriría que desarrolladores de todo el mundo llegaran a un acuerdo y trabajaran con entornos de desarrollo completamente homogéneos y estandarizados a escala global, con un mismo y único hardware. ¿Cómo vamos a pedir eso en un mundo en el que ya es difícil que haya juego cruzado?
En caso contrario, el personal humano, la construcción de cada asset único para cada comprador de NFT, su adaptación a diferentes juegos y, en definitiva, el trabajo necesario exigirían un coste inabarcable.
¿Recordáis el punto sobre el robo de creaciones de artistas para convertirlas en NFT? Sobre el papel, las blockchains (cadenas de bloques) en las que habitan estos tokens no fungibles están totalmente descentralizadas y compuestas por usuarios completamente anónimos. En primer lugar, esto hace que tomar acciones legales en caso de robo sea harto complicado.
Cualquiera puede reclamar que una foto, un dibujo, cualquier recurso es suyo al "tokenizarlo". Y eso no implica que la persona en cuestión sea su autora. Al no haber obligación de dar tu nombre real o identidad al generar el NFT (el proceso de creación del NFT es lo que se conoce como "mint"), ¿a quién demandas por haber robado tu creación y especulado con ella? En efecto, a nadie.
Podríamos hablar de cómo las blockchains de los NFT presumen de la descentralización, pero hay algunas de ellas que están totalmente centralizadas al depender de una única plataforma que permita las transacciones. Pero eso da para hablar largo y tendido en otro momento.
De lo que sí podemos hablar es que evitar este robo solo es posible registrando los derechos de cada creación y, aun así, buscar al "ladrón" sigue siendo una tarea casi imposible. También, cabe mencionar que, al igual que prácticamente cualquier sistema informático, los NFT también son pirateables. Obviaremos los 'rug pull' que pueden dejarte sin absolutamente nada y llevarse todo tu dinero, como el caso de Beast Masters.
Ya se han dado casos de usuarios que han visto cómo robaban sus NFT. A fin de cuentas, el dinero de los NFT debe ir a alguna cuenta, y esta tendrá una contraseña. Contraseña qu se puede piratear. Así, un pirata puede acceder a la cuenta de un usuario, coger sus NFT y transferirlos a otra cuenta. Adiós al dinero, hola a los problemas. ¿Y a qué entidad llamas si estamos en una red descentralizada? A ninguna.
Si bien es cierto que Ethereum, la red en la que habitan la inmensa mayoría de NFT, se prepara para pasar del sistema proof-of-work al sistema proof-of-stake, todavía no han dado el paso. Su intención era darlo en 2021, pero finalmente se ha retrasado a verano de 2022, y queda por ver si logran implantarlo para la fecha esperada.
¿Qué es eso de proof-of-work (PoW) y proof-of-stake (PoS)? Son mecanismos de consenso. El mecanismo o protocolo de consenso regula la forma en la que los nodos de una blockchain llegan a un acuerdo entre sí para sumar un nuevo bloque de información. Al no haber una entidad central que lo regule todo, es necesario este sistema.
Ahora bien, ya sabes el qué, falta el cómo, y este puede tener varias formas distintas. Ahí entran en juego los dos conceptos que hemos lanzado:
En sus primeras pruebas con Proof of Stake, la red Tezos logró hacer 50 millones de transacciones con un consumo energético equivalente al de 17 personas en un día. Los cálculos hablan de un consumo energético anual de 0,001 TWh, una nimiedad frente a los 130 TWh de un año de consumo de la red de Bitcoin. Son cifras que invitan al optimismo, desde luego.
Ethereum quiere saltar a ese protocolo, pero, como hemos dicho, todavía no ha sido capaz. Además, queda en el aire lo que pueda suceder una vez aumenten las transacciones. Sí, se logrará paliar el problema por un tiempo, pero si se masifica, seguirá escalando rápidamente hasta empezar a adquirir niveles que vuelvan a ser peligrosos para el entorno. Un círculo vicioso que llevará a buscar la otra gran solución mientras la huella de carbono crece y crece.
Los NFT siguen siendo malos para el medio ambiente, aunque puedan serlo menos. Esto, y todo lo demás, nos lleva de nuevo al centro del problema: el ansia por el crecimiento ilimitado. Los tokens no fungibles son otra muestra más de un sistema que solo quiere crecer y crecer, sin importar qué se monetice y qué caiga a su paso. Ahora quiere entrar en el videojuego, y es de esperar que este año empecemos a ver más iniciativas en la línea de Quartz o de lo hecho por Konami. De los jugadores, y las compañías, depende que se eche el ancla.